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¿Qué pasa con nuestros datos en Internet?

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Desinformación en la era de la información

El pasado 24 de julio Netflix estrenó The Great Hack, un documental que reflexiona sobre la crisis de privacidad en Internet que atravesamos actualmente como humanidad.

El largometraje arranca con un profesor preguntando en clase: ¿Quién ha visto un anuncio en Redes Sociales que le haya hecho creer que el micrófono de su teléfono está grabando sus conversaciones? Todos levantan la mano. Y es que es muy fácil pensar que Facebook nos espía pero lo cierto es que muchas veces somos nosotros los que damos acceso a nuestra información, aunque sea sin darnos cuenta.

Por ejemplo, el documental explica el caso de Cambridge Analytica y cómo esta compañía londinense logró obtener datos de 87 millones de personas, la mayoría dentro de Estados Unidos, para después usarla de manera lucrativa en varias campañas electorales, incluida la de Donald Trump. Los datos que compró la empresa fueron extraídos de Facebook a través de un API al que ingresaban los usuarios, según ellos, para completar un quiz de personalidad. Luego, Cambridge Analytica convirtió esta información en perfiles psicográficos que sugerían el tipo de publicidad que sería más efectiva para persuadir a cada tipo de persona.

Al salir a la luz esta situación, por medio de la prensa, se consideró como una violación no solo a la privacidad, si no también a la democracia, y marcó un precedente en el tema de la seguridad de los datos. Por un lado, Facebook, se disculpó y ha promovido mejoras en su plataforma para asegurar mayor protección a sus usuarios, además se comprometió a saldar una multa de cinco mil millones de dólares por malas prácticas. Mientras tanto, Cambridge Analytica sostiene que nada de lo que hizo fue ilegal, lo que nos hace pensar que tal vez cruzaron una línea que nadie sabía que existía.

Más allá del escándalo, el cuestionamiento que deja The Great Hack es claro: ¿Es responsabilidad de los usuarios proteger sus datos, aún con la poca información que tienen para hacerlo? ¿O debería ser una obligación ética de las empresas de comunicación asegurar que sus acciones no están convirtiendo a las personas en “targets” vulnerables?

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